viernes, 17 de julio de 2009

LOS AÑOS DE INDULGENCIA QUE TIENE EL RIO DEL TIEMPO

“Levanten sus culos al aire, viejas del aquelarre: yo soy el Diablo. Soy y soy y soy y siempre he sido.
Sí, sí, sí, soy el Diablo. Nadie puede conmigo. En mi lugar ilímite, mi vasto imperio sin medida ni confines hago lo que se me da la gana.” (Pág., 449)

Así empieza Años de indulgencia –cuarto volumen que compone El rio del Tiempo, y el penúltimo de la serie en mención del escritor Fernando Vallejo–. Lo que sigue de esta impactante entrada es la ilustración clara de un aquelarre, en donde brujas, búhos, Satanás y demás seres de la noche hacen su festín a la luz de la luna; de esta desaforada situación rememoré La balada de los búhos estáticos de León de Greiff, en tanto existen algunas similitudes evidenciadas en la musicalidad e imagen establecida de lo profano:

Y los búhos tejían la trova paralela,
y la luna estaba lela,
y en la avenida paralela
las brujas del aquelarre
torvas decían: ¡arre! ¡arre!
escoba, ¡escoba del aquelarre!
(Balada de los búhos estáticos. I. Medellín 1.914)

Cabe aclarar que este inicio excéntrico, es en realidad una pesadilla de Fernando en otro país. De hecho, esta obra –relativamente corta en comparación con las demás de la saga autobiográfica– da cuenta de las peripecias del narrador – personaje en New York, Estados Unidos. El sueño americano, en este caso, no es ganarse la vida como lo hacen miles de latinoamericanos en Norteamérica trabajando bajo condiciones deplorables; para el personaje, la razón primordial de su decisión está emparentada con el hecho dar vida a su proyecto artístico: realizar una película sobre Colombia que trate de manera directa el fenómeno de la Violencia bipartidista.

A la par de esto, el protagonista está tras la búsqueda de un lugar donde pueda establecerse, porque como dice: “en Colombia no dejan vivir. Nunca han dejado. Tienen un millón de leyes y un millón de impuestos y un millón de puestos. Y en cada puesto un burócrata, un tinterillo, un leguleyo, un “dotor”. “¿podría hablar con el doctor, señorita?”. “el doctor no está, dice la hijueputa. Está en junta con el ministro”. “Ah…” ” (pág. 472)

En esta narración, se reconocen una serie de tópicos particulares que ilustran la nostalgia del escritor en sus constantes reflexiones; entre ellos se podría referir como primera instancia, la trágica historia del cine colombiano. En este sentido el personaje principal da cuenta del difícil desarrollo que ha tenido el séptimo arte en nuestro país, la imposibilidad del artista para concebir su obra sea por algunas barreras internas o externas. Además, el narrador señala las penosas experiencias por las que tuvo que pasar en aras de concebir un proyecto documental de la vida en Bogotá, ciudad fuertemente golpeada por los fenómenos de marginalidad y subdesarrollo.

Por otra parte, el autor – personaje rememora aquellas épocas de su juventud al lado de Salvador, su viejo amigo homosexual. Con él, y la inseparable compañía de su hermano menor, recorren algunos puntos centrales de New York. El recuerdo de Medellín, sus barrios y localidades, el ambiente festivo y ameno, se hacen fuertes en cada línea, lo que ocasiona un profundo dejo de nostalgia por la juventud ida a pasos colosales.

Por último, está presente la total aversión que siente hacia los negros y son constantes los pasajes en donde refiere certeras críticas y comentarios mordaces a ellos: “el negro en absoluto me molesta. Como es negro no lo veo, por axioma no se ven…Yo nada tengo en contra de ellos. Los demócratas le sacan votos, dicen que también tienen derecho a existir. Sí carajo, pero no como las ratas que lo que no comen lo dañan, que pronuncien bien.” (Pág. 526). Como se ve, el asunto trasciende a las esferas del uso de la lengua y las implicaciones de su mal manejo. Esto, como es sabido, es la obsesión de Vallejo en su vida.

Todos estos elementos, generan una actitud determinante en el protagonista hacia el final de la novela: la quema del edificio donde residen los negros latinoamericanos y afro descendientes. Para él, constituye un acto heroico y de redención por todo lo malo que sucede en la sociedad. La novela exalta este hecho como una hazaña, y como un acto de redención de las ratas y animales que el hombre extermina sin piedad: “Perdón humildes, inocentes animalitos por los males que les causa el hombre. En mi mundo de finales píricos éste va a ser el incendio de los incendios” (pág 552). Fernando desea morir con todo lo que está a su alrededor; para efectos de verosimilitud novelística, veremos cómo el presunto suicida logra salvarse casi de milagro, para años después contar Entre fantasmas.

En resumen, esta novela ofrece algunos elementos relacionados con la construcción de la figura del colombiano que añora su patria aun desde la distancia y las diversas reflexiones que desde el extranjero se pueden forjar. Estas remembranzas justifican el pasado nostálgico de Fernando, el cual sufre los avatares propios de la vejez y la arrogante forma de vida de nuestra Colombia, la cual lo “expulsó”, directa o indirectamente. Finalmente, se evidencia el motivo fundamental de Vallejo en esta novela: hablar de Colombia desde la distancia, aun cuando sea imposible volver a sus
Los días azules, los más felices, vividos en esta tierra.

Juan Carrillo A
juanelcaibg@gmail.com

Ficha del libro: VALLEJO, Fernando. Los años de indulgencia. Bogotá: Editorial Alfaguara. 2003

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