jueves, 22 de octubre de 2009

CUANDO LA REALIDAD Y EL SUEÑO COPULAN: “OJOS DE PERRO AZUL” DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

Los seres humanos somos animales en esencia duales, entes condenados al dos que se multiplica y lo impregna todo. De la derecha a la izquierda, de la memoria al olvido, del amor al odio, de la vida a la muerte o como en la maga literatura, del sueño a la realidad y de la realidad de nuevo al vuelo.

No nos habrá de extrañar entonces, que sea esta última un infinito laberinto de pares que copulan y riñen entre sí o como en “Ojos de perro azul” de Gabriel García Márquez, un lugar donde las cosas se funden y ya nada parece delimitado.

Un relato en primera persona narrado por el protagonista, que trata sobre una historia de amor muy particular.
Él es “el único hombre que, al despertar, no recuerda nada de lo que ha soñado” y ella su compañera de vuelo, una enigmática mujer con piel de cobre que entró un día a un cuarto de sueños ajeno y ya no pudo dejar de frecuentarlo cada noche: “nos veíamos desde hacía varios años. A veces cuando ya estábamos juntos, alguien dejaba caer un cucharita y despertábamos”

Como tampoco lograría dejar de buscarlo cada día al despertar por las calles de una ciudad que nunca pudo recordar en aquellos sueños. “Ojos de perro a azul” el instrumento de su búsqueda, una frase que sólo podría reconocer él, que asecha pronunciada y escrita el encuentro de aquel hombre desmemoriado que la pronuncia cada noche con la esperanza de recordarla al otro día.
En dicha historia, asistimos al renacimiento de un tema que parece nunca agotar sus posibilidades. Como en Borges o Cortázar. El sueño aquí es una dimensión vital del hombre, que extiende sus tentáculos hasta la realidad, en un abraso profundo e irremediable.

Gabriel García Márquez, se encarga de arrastrar al lector de manera progresiva de la realidad a la fantasía para abandonarlo súbitamente en un laberinto de posibilidades que tiene como eje central el sueño, una dimensión bicéfala.

En las primeras líneas de este cuento, parece que somos testigos de una situación cotidiana, el encuentro de dos viejos conocidos, de los cuales uno no parece reconocer al otro:

“Entonces me miró. Yo creía que me miraba por primera vez. Pero luego, cuando dio la vuelta por detrás del velador y yo seguía sintiendo sobre el hombro, a mis espaldas, su resbaladiza y oleosa mirada, comprendí que era yo quien la miraba por primera vez”

Sin embargo no trascurre mucho del relato para que la atmosfera se torne extraña, pronto no queda duda de la naturaleza fantástica del relato:

“Le veía los párpados iluminados como todas las noches. Fue entonces cuando recordé lo de siempre, cuando le dije: «Ojos de perro azul». Ella me dijo, sin retirar la mano del velador: «Eso. Ya no lo olvidaremos nunca». Salió de la órbita, suspirando: «Ojos de perro azul. He escrito eso por todas partes». ”

¿Ojos de perro azul? Desde este instante el título cobra sentido, lo que parecía un hermano de la “La naranja mecánica” es un título que lo ilumina todo el texto. Luego viene poco a poco el esclarecimiento de la situación.

Sin darse cuenta el lector se encuentra de un momento a otro en un mundo onírico, esbozado por imágenes fantásticas que parpadeaban inadvertidas. Un cuarto, una puerta, un tocador, una veladora, una mujer de cobre y un hombre que al recordarla como cada noche al mirar sus “parpados iluminados” le dice cariñosamente una frase inolvidable: “Ojos de perro azul”.

Hasta aquí el lector ha experimentado multitud de esclarecimientos, pero son más los interrogantes que nacen ante las extrañas circunstancias. Ya que cuando todo parece despejarse en una cotidianidad enrarecida, vuelven las bofetadas de sentidos ebrios:

“Durante años no había hecho nada distinto de eso. Su vida estaba dedicada a encontrarme en la realidad, a través de esa frase identificadora: «Ojos de perro azul”

Sueño y realidad, una imagen nítida y amable, de no ser porque es tan sólo el señuelo de un laberinto, de un juego de espejos que atrapa al lector. La mujer explica al hombre todo lo que hace en la realidad para encontrarlo una vez abre los ojos y esta descripción resulta ser más alucinante que el mismo sueño.

“escribía en las servilletas y rayaba con el cuchillo el barniz de las mesas (…) en los cristales empañados de los hoteles, de las estaciones, de todos los edificios públicos”

A lo que se suma más adelante algunas frases perturbadoras, en una conversación entre ella y él:

“«No sé por qué no puedo recordar dónde lo he escrito». Y yo le dije: «Por lo mismo que yo no podré recordar mañana las palabras». Y ella dijo, triste: «No. Es que a veces creo que eso también lo he soñado»”

El relato termina con la promesa rutinaria del encuentro y la desesperanza de vencer al olvido que es el gran obstáculo. Sin embargo, es de resaltar el entre cruce de posibilidades que sugiere el final relato.

Porque contrariamente a lo que afirma la determinante frase final “Eres el único hombre que, al despertar, no recuerda nada de lo que ha soñado” está el resto del cuento, pues recordemos que quien lo narra es un hombre que al parecer lo ha recordado todo.

Sin duda, cuando leemos “Ojos de perro azul” nos enfrentamos a un texto que reta constantemente nuestra imaginación. En él, García Márquez se encarga de crear una atmosfera de intriga constante, cargada de detalles que provocan en quien lo lee, una sensación de extravío, cuando no de placentera expectativa, que hacen finalmente de este cuento, una pieza valiosa dentro de la narrativa de este escritor, que se diferencia de las demás por su temática particular y un estilo más mesurado en el empleo de figuras retoricas, pero no por ello desprovisto de aquellas imágenes que sólo tienen lugar cuando la realidad y el sueño copulan.

DAMIÁN GUAYARA GARAY

FICHA DEL LIBRO:

GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. “Ojos de perro azul”. En: Todos los cuentos (1947-1972). Círculo de lectores: Bogotá, 1983. Pág. 47-53

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