viernes, 29 de enero de 2010

SEIS HOMBRES UNA MUJER

Hay una imagen que se me ha quedado grabada de la novela El Juego de los abalorios de Hermann Hesse, que leí hace mucho tiempo, cuando podía escoger casi libremente mis lecturas: el personaje principal de la novela de Hesse decide, al final de su existencia, que realmente no ha tomado el camino que hubiese querido, que su carrera como sacerdote le ha frustrado placeres diversos, como el de la natación. En un acto de irreverencia otoñal, decide arrojarse a un lago aun con los peligros que representa el tener un corazón que ya no bombea igual.

Se me ha venido esta imagen de Hesse leyendo la novela Seis Hombres una mujer de Jorge Eliecer Pardo, en tanto ambas comparten la nostalgia por destinos irrealizados.

Jerónimo Santos es un burócrata que ha llegado a su posición sacrificando su identidad, que fluctuaba en el pasado entre la bohemia y la discusión alrededor del arte. De estudiante universitario liberal y desenfadado, ha llegado a vivir detrás de un escritorio y en el laberinto de oficinas sofocantes en donde se pudren sus anhelos juveniles. El personaje cree que puede recobrar toda su vitalidad si se reencuentra con su antiguo amor, Ruth Mazabel, quien se convierte en el símbolo de la nostalgia, en el mito de los días felices; mientras tanto Jerónimo trastea con un matrimonio lleno de formalidades, desgastado y hecho en el crisol de la vida política.

En la medida en que crece la narración de Jorge Eliecer Pardo, el protagonista se convierte en un símbolo de muchos de los activistas de la izquierda del sesenta y del setenta en Colombia, que terminaron arrullados por el canto de sirenas de los cargos públicos. Es un fenómeno que parece repetirse en varios países, como lo comprueba por ejemplo, para México, una novela como La región más transparente de Carlos Fuentes.

Para Jerónimo, todas las imágenes del presente son dolorosas, porque muestran la chatura del mundo, la ordinariez y simpleza de los horarios de oficina, de los documentos por organizar, la rapiña del hombre moderno. Los viejos ideales de juventud salpicados por una generación febril, quedan sepultados en un presente sin sorpresas.

En un libro titulado La generación Rota, Jorge Restrepo asegura que en los sesenta y setenta, y particularmente para Suramérica, se conjugaron los anhelos de libertad colectivos –empotrados en el marxismo y el socialismo- y los individuales, que involucraban la búsqueda de estados que fueran más allá de la razón y la sobriedad. Los jóvenes creyeron que podían cambiar el mundo, que deberían hacer historia: había que formarse de manera excelsa, leer literatura, enterarse de la filosofía y la política, fumar, beber, encontrar otros estados de la conciencia.

Jerónimo Santos hace parte de esa generación (rota), y constantemente se siente avasallado por el recuerdo lejano de las tertulias y aventuras con Ruth Mazabel. El narrador reitera el ejercicio de regresión de Jerónimo con descripciones como la siguiente: “En la memoria perforada por los años está en una de las muchas marchas de protesta por las calles; abre los ojos con dificultad y añora los lejanos sentimientos de solidaridad, con Ruth Mazabel sentada a su lado, lanzando su protesta y aprobando una nueva manifestación de duelo y lucha” (22)

Los dos tiempos –el pasado revolucionario y el presente burócrata- son el espejo de sus dos relaciones y de igual número de existencias diferentes, porque hay un Jerónimo irreverente con ínfulas de intelectual, casi feliz, que no soporta al otro, al Jerónimo esposo de una hija de familia adinerada. Sin posibilidad de devolver su historia lo único que tiene es su memoria y la esperanza de que Ruth aparezca para reivindicarlo. En el contrapunteo de lo ido y lo que se es se logra la tensión y su final tiene mucho de la desesperanza de quien entiende que ha sido derrotado por las circunstancias.

Es extraño que esta novela de Jorge Eliecer Pardo sea, de las tres que tiene publicadas hacia la época –El jardín de las Weismann, Irene y Seis Hombre una mujer- la que menos reconocimiento, en términos de crítica y editoriales, ha tenido. Es extraño porque, a mi modo de ver, es la que mejor captura los delirios de un ser humano: es verdad que, en ocasiones, la historia de los amigos de Jerónimo que se encuentran en el Bar para escuchar los devaneos de Santos, queda relegada a un segundo plano y no adquiere la contundencia que se esperaba.

Pero la sencillez con la que se narra el conflicto del antiguo setentero, los casi imperceptibles saltos de tiempo, la detención en momentos neurálgicos de un activista transformado por los protocolos, y ciertas disertaciones que aunque realizadas poéticamente no desentonan con el perfil de los personajes y el narrador, la hacen una pieza interesante. A eso habría que añadirle, su corta extensión, que colabora con el efecto buscado.

Seis hombres una mujer invita a la reflexión sobre la cristalización de los ideales, el tiempo que nunca se podrá recobrar y los destinos no deseados. En especial sobre esto último, tal vez una de las experiencias más amargas para un ser humano.




Leonardo Monroy Zuluaga

Ficha del Libro: Pardo, Jorge Eliecer. Seis Hombres una Mujer. Bogotá: Grijalbo, 1992.

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