jueves, 11 de marzo de 2010

LA MANSIÓN DE ARAUCAÍMA: RELATO ONÍRICO DE LASCIVIA FURIOSA

En 1973, el escritor colombiano Álvaro Mutis publicó La Mansión de Araucaíma. El subtitulo es Relato Gótico de tierra caliente. Y de hecho, este plantea una atmósfera de misterio, una narrativa onírica y violenta, de una lascivia furiosa.

En su desarrollo se presentan conflictos con lo interno y externo a los personajes. En la vigilia y en el dormir. Pues, parece ser que “(…) cuando soñamos somos los espectadores de un drama en desarrollo y sólo en raras ocasiones se tiene la impresión de estár en control…” (Empson, 1989. pág. 99).

De manera que los habitantes de la mansión de Araucaíma, asumen el ritmo de sus existencias con una vehemencia similar a los bramidos de los ríos en creciente, sin afanarse por llegar a paraísos artificiales y ultraterrenos.

Por eso, el subtitulo Relato gótico de tierra caliente no sólo significa rupturas con la historia de la literatura, sino que plantea cuestiones como “¿qué sucedería si se retiraran todas las señales externas de la naturaleza del tiempo, tanto naturales como manufacturadas (relojes, tiempos de alimentación, día y noche)? ¿Nuestros cuerpos tendrían aún su propia existencia rítmica?”. Aquí es necesario recordar los ambientes de la mansión:

“La mansión se levantaba en la confluencia de dos ríos torrentosos que cruzaban el valle sembrado de naranjos, limoneros y cafetos. La cordillera, alta, de un azul vegetal y profundo, mantenía el valle en sombras de una secreta intimidad vigilada por los grandes árboles de copa rala y profusa floración de un color púrpura, que nunca se ausentaba de la coronada cabeza, que daban sombra a los cafetales.” (pág. 33)

La atmósfera de tierra caliente explica la innecesaria ambientación de un invierno hostil. La llamada “estación triste”, con la cual se aumenta el valor de la casa (o la mansión) en tiempos malos.

En La mansión de Araucaíma, el espacio puede ser leído como metáfora del ser-humano y del ser del universo. Entre sus dos pisos y tres patios habita un miedo incontenible, pródigo en asfixia, ese miedo seco y caliente hay que mirarlo, sin los ojos, para sentir la infinita vastedad de tal espacio:

“(…) mirándolo con mayor detenimiento se advertía que era bastante más grande, de más amplias proporciones, de una injustificada y gratuita vastedad que producía un cierto miedo.” (pág. 31)

Con base en el manejo del lenguaje, la poesía logra recrear una lógica fantástica presente en la voz propia de cada una de las personificaciones que discurren en La Mansión de Araucaíma.

El autor logra dar voz interior a cada uno de los personajes. Paul, El Guardián; Graciliano, Don Graci, El Dueño; Camilo, El piloto; La Machiche; El Fraile; Ángela, La Muchacha; Cristóbal, El Sirviente. Y, La Mansión, donde habrán de desarrollarse la totalidad de los hechos, incluyendo el funeral.

Con base en descripciones de tres sueños (Sueño de La Machiche, del Fraile y de la Muchacha), se logra una atmósfera onírica, pesadillesca, volátil y efímera. El relato de Álvaro Mutis es conciso, breve, sin dilataciones, tensionante, sin abusar del lenguaje.

Quizá la brevedad del relato sea en sí misma, una metáfora de la levedad de lo vivo, de lo corto que resulta la tragedia de aquéllos personajes. El relato se tensiona por los diversos conflictos, que no se desbordaban por un acuerdo tácito entre los moradores de la mansión, pero se quiebran con el ingreso de Ángela, La muchacha, ente externo del cosmos que regía el orden cerrado de La Mansión, donde son determinantes o paradigmáticas máximas proféticas como:

“Si entras en esta casa no salgas. Si sales de esta casa no pienses. Si no moras en esta casa no plantes plegarias”. (pág. 14)

Es la idea del falansterio, del claustro, del microcosmos, que se altera. Se renuncia a la visión del matrimonio tradicional, de los principios antagónicos del bien y del mal. Se adoptan nuevos códigos, otras creencias:

“Lo cierto es que entró a formar parte de la casa y comenzó a tejer la red que los llevaría a todos al desastre, sin darse cuenta de ello, pero con la inconsciencia de quien se sabe parte de un complicado y ciego mecanismo que gobierna cada hora de la vida”. (pág. 35)

Con el ingreso de La muchacha, los tensionados vínculos de los personajes se desequilibran. La Machiche aborrece la presencia de El Piloto, de Ángela misma. El Guardián y el Sirviente siempre se detestaron. Don Graci ve con recelo a La Muchacha… En consecuencia, aparece lo gótico del relato: cadáveres ensangrentados que son el fruto de la aniquilación, lo cual deja entrever un cierto patetismo frente a las pasiones exacerbadas de la muerte.

“No sé de quién haya sido la culpa de todo esto, pero nos puede acarrear muchas dificultades, yá verá usted. Desde un principio yo me opuse a que esta muchacha siguiera viviendo con nosotros, pero como lo que yo digo aquí no se toma en cuenta y siempre acaba por hacerse lo que ustedes quieren, ahora todos vamos a tener que cargar las consecuencias. Hay que arreglar esta mujer para enterrarla”. (pág. 41)

Se refería Don Graci, al cuerpo de Ángela, que estaba desnudo, sin vida. Aún lasciva. Pero no tanto como la Machiche, mujer madura y frugal. Con un tono nada sacramental, Don Graci la llamó “La Gran Ramera de Nínive”. Su belleza de lascivia babilónica, la hacia resplandecer:

“Era su piel de una blancura notable y conservaba lechosa frescura a pesar de los años. Su amplio vientre mostraba tres rollizos pliegues, señal, más que de alguna improbable maternidad, más bien de una prolongada y bien explotada lujuria”. (pág. 19)

Todo ese carnaval, esa orgiástica sucesión de instantes, se desenmascara y toda la falsedad es desbarata. Las venganzas son desatas descarnadamente, como se siente en estas palabras de La Machiche a La Muchacha:

“Ya Don Graci no nos llama para bañarse con nosotras, también él se debió aburrir de vernos hacer siempre lo mismo. Vamos a dejar todo esto por la paz, chiquita. Pásate a tu cama y duérmete tranquila, yo lo que necesito es un macho, un macho que huela y grite como macho, no una niñita que chilla como un gato enfermo. Vamos…a dormir”. (pág. 39, 40)

Cabe resaltar la influencia del opaco y frío paisaje natural de “tierra caliente” en el desarrollo de los hechos. Aunque se trata de una región rural, nos habla de la situación del hombre contemporáneo, sumido en la individualización progresista.

No obstante, quedan los instantes del sueño, de la lujuria saciada y reveladora Allí donde se juegan la vida los apasionantes personajes que habitan ese macrocosmos, pues: “(…) El hecho es que la narrativa onírica, aunque a veces es extraña, es al menos coherente (el sueño cuenta una especie de historia) y de seguro debe revelar procesos interpretativos…” Empson, (1989, Pág. 101) Quizás indicios para buscar caminos propios, otros, quizá caminos renovados por vientos de lluvia.

“La mansión quedó abandonada mientras el viento de las grandes lluvias silbaba por los corredores y se arremolinaba en los patios”. (pág. 43)


POR: VÍCTOR HUGO OSORIO

Ficha del Libro: Mutis, Álvaro. La Mansión de Araucaíma. Relato Gótico de Tierra Caliente. Bogotá:: Norma, 1991.

BIBLIOGRAFIÍA

-GROSS, D. Richard. La Ciencia de la mente y la conducta. Ed. El Manual Moderno, México, 1994

-BACHELARD, Gaston, La poética del espacio, Fondo de Cultura Económica, México. 1957

-MORENO DURÁN, R.H. A propósito de Álvaro Mutis y su obra, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 1991.

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