jueves, 1 de julio de 2010

VOCES QUE NO MIENTEN. NARRATIVA TESTIMONIAL EN COLOMBIA

Los medios masivos de comunicación, en especial los más cercanos al Establecimiento, pretenden ser los abanderados en la presentación de todos aquellos dramas que a diario identifican a comunidades excluidas y desprotegidas, en la mayoría de los casos, por el Estado. Sería una total falta desconocer que detrás de esa dinámica mediática se esconde cierta manipulación de la información la cual permite, en el imaginario colectivo, la absolución de la responsabilidad del mismo aparato estatal y la minimización de sus conflictos vivientes.

Cuando esto ocurre, la verdad no es trasmitida. Se empieza a configurar una sola voz “autorizada” que permita dar cuenta al colombiano de las más grandes tragedias que lo marcaron y que aun lo aquejan. Surgen así interrogantes en torno a este fenómeno, derivados de la inquietud de conocer otro discurso que pudiera hacer contrapeso y fuera al mismo tiempo, la voz de aquellos que aun no la tienen.

Es allí en donde el narrar literario se posiciona, materializado en el abordaje directo del testimonio. Tal como lo plantea Lucia Ortiz, en Narrativa testimonial en Colombia. Alfredo Molano, Alfonso Salazar, Sandra Afanador, una de las labores más comprometidas y solidarias que se fomentan en este género es la libre asociación de la ficcionalidad con los diversos testimonios o relatos de sobrevivientes y actores directos de situaciones sobrecogedoras en una nación.

Esta experiencia narrativa no es ajena en nuestro continente y mucho menos en el país. Los conflictos armados de Centroamérica, por ejemplo, fueron momentos propicios para configurar este tipo de acercamiento entre realidad y ficción. Los casos analizados por Ortiz en su artículo, descritos en el contexto colombiano, reafirman que el eje central de esos relatos giraba en torno a aquellos fenómenos socio – políticos de gran importancia: las dinámicas internas de las FARC-EP según sus integrantes, la toma del Palacio de Justicia, las masacres a manos de paramilitares. En palabras de la autora: “(…) el principio básico de este género es darle expresión a los asuntos que han afectado a aquellos que no han tenido voz en el mundo moderno” (pág. 342)

El carácter de denuncia, sumado a la recreación de un espacio íntimo en donde el relatante –aquel ser humano que cobija su integridad presentándose con algún nombre falso pero ligado a un drama real– ofrece detalles o realidades desconocidas por el lector, conjugan, un últimas, una propuesta de alto valor histórico y estético.

Un adentramiento al género, nos permite dar a conocer algunas características principales que se tienen en cuenta. Una de ellas, refiere al “medio” que canaliza la experiencia recogida. Lógicamente este apartado refiere al escritor de turno quien debe poseer un manejo especial de la información para llevar a cabo tal empresa. Ese especialista o conocedor de la técnica apropiada, bien pudiera ser un periodista –como es el caso de José Navia en Confesiones de un delincuente–, sociólogo –si hablamos de Alfredo Molano en Trochas y fusiles– u otro mediador profesional interesado y comprometido en aportar a la verdad.

Del mismo modo, Ortiz da cierta valía y preponderancia al Prólogo de los textos testimoniales, ya que: “(…) las páginas prologales sirven para aclarar el proceso de elaboración del proyecto y establecer su objetivo.” (pág. 345).


En términos puntuales, las historias analizadas por la autora permiten encontrar ciertas marcas referenciales que difieren de las propuestas testimoniales mediáticas de radio y televisión. Básicamente se apoyan en la estructura de cada relato, las denuncias constantes de los personajes centrales, las reflexiones profundas al hecho vivido, el sesgo ideológico que permuta en cada propuesta, y sobre todo, la originalidad que el (re) creador puede imprimir a un hecho verídico ficcionalizado.

En concreto, este documento permite un acercamiento a algunas experiencias de narrativa testimonial locales, exaltando el arduo trabajo hecho por el escritor y la base misma del relato que nos identifica en cierto modo con nuestra realidad. Realidad, que como nos muestra el tiempo ha seguido posicionándose y deriva en otros nuevos aspectos a tener en cuenta: narcotráfico, paramilitares, conflicto armado, delincuencia, secuestro.

Luego de ver el presente mediático - artístico gravitar sobre el eje del testimonio y la denuncia, queda por determinar, a la luz de lo expuesto por Ortiz, las propuestas narrativas venideras. Afortunadamente la literatura se fía de ser solidaria para con aquellos que no tienen voz, y que pueden opinar a pesar de no haber ganado la lotería, en palabras de Eduardo Galeano.

Elaborado por:
Juan Carrillo Aranzalez

Referencia bibliográfica.
ORTIZ, Lucía. Narrativa testimonial en Colombia: Alfredo Molano, Alfonso Salazar, Sandra Afanador. En: literatura y cultura. Narrativa colombiana del siglo XX. Volumen II. Diseminación, cambios, desplazamientos. {Consultado el 15 de junio del 2010}. Disponible en: <http://www.lablaa.org/blaavirtual/literatura/narrativa/Volumen2CapIII.pdf>.

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