martes, 26 de julio de 2011

HISTORIA DEL ENSAYO EN COLOMBIA

 Es diciente que la única historia del ensayo en Colombia se encuentre inédita, expuesta a la comunidad en una versión escrita en una prosa poética aunque salpicada aun con problemas ortográficos, propios de un borrador que nunca vio su versión definitiva. Me refiero a la Historia del ensayo en Colombia de Oscar Torres Duque, disponible en el archivo de la Biblioteca Luis Ángel Arango en un nada deseable  mamotreto, con páginas impresas a una sola cara, y en cuyas líneas iniciales el autor presenta como Informe final de una Beca de Colcultura.


El texto es extenso y en ocasiones agotador, pese a la agudeza en la lectura del profesor Torres Duque, quien repasa algunas de las características principales de quienes él considera hitos en la historia del ensayo en Colombia. Contra lo que se podría pensar y al tenor de la suerte editorial de los libros de ensayo en el país, el autor del documento encuentra un voluminoso número de ensayistas que van desde los inicios independentistas hasta nuestros días. La primera gran polémica la genera ese número amplio de  ensayistas en Colombia, derivado de la concepción del género que tiene Torres Duque: el ensayo es una prosa de pensamiento en la que se expresa la subjetividad del ser, aunque esa subjetividad esté cruzada por las experiencias de vida y el recorrido lector.
Para el investigador, el carácter poético del ensayo no se percibe en la suficiencia con la que se  manipulen artificios lingüísticos –uso de tropos, exuberancia lexical, pertinencia sintáctica-  sino en la articulación, casi imperceptible, entre el ser y la palabra que expresa su pensamiento. De ahí el hecho de que el ensayo rompa las barreras de las disciplinas (expresión ensayística puede haber en la filosofía, sociología, historia, psicología, crítica literaria, así como en las ciencias naturales, aunque en estas últimas en menor medida) y de las tipologías textuales (ensayo puede haber en cartas, panfletos, memorias, etc). Son ensayos algunos de los textos políticos de Simón Bolívar, las cartas de Miguel Antonio Caro o las crónicas de libros de Hernando Valencia Goelkel.
De ahí también el hecho de que Torres Duque no distinga entre ensayos poéticos y ensayos teóricos porque todo ensayo – y de acuerdo siempre con la comprensión de poesía que tiene el autor- es poético. Es posible eso sí, hablar de ensayos con temas literarios o no literarios, con temas científicos o no científicos.
La flexibilidad en el concepto hace compleja la exactitud de una investigación en la historia del género. Para ser precisos, haría falta un lector con el tiempo suficiente para abordar el amplio espectro de todas las disciplinas y las tipologías textuales. En realidad, Torres Duque se blinda un poco más: el ensayo también tiene un nivel comunicativo cercano al diálogo hablado que impide el uso de lenguajes técnicos cuyos destinatarios son especialistas. En el ensayo no caben los tecnicismos, en ocasiones tan caros al inextricable mundo académico universitario.
A esto se le suma un criterio propio del historiador de la literatura quien se abroga para sí, y desde argumentos teóricos, la posibilidad de seleccionar, entre un corpus grande, a quienes considere figuras relevantes, susceptibles de ser estudiadas. Este es el más subjetivo de los criterios en tanto el historiador de la literatura –o de un género discursivo- decide a quién quitar o poner, de acuerdo con sus gustos y conocimientos.
Superando estas inquietudes, desde Simón Bolívar hasta los más contemporáneos -William Ospina y R.H. Moreno Durán, por ejemplo- el recorrido de Oscar Torres Duque es exhaustivo, lo que no evita que el texto se recienta de cierto esquematismo que lo lleva a ser -a pesar de lo expresado en las primeras líneas por el autor- una historia del ensayo desde la exploración de autores y obras. En este sentido, las grandes divisiones, hechas dentro de este Informe, a la historia del género en Colombia (Independencia, la crítica literaria, etc) son etiquetas de agrupación que sirven como referente general pero no como tema alrededor del cual se piense la reflexión. El tema es siempre el ensayista y su obra, un poco aislados de los demás.
El texto termina siendo entonces una lúcida reflexión sobre quienes se han dedicado al ensayo en Colombia, pero una reflexión sin vasos comunicantes que puedan establecer un diálogo entre los escritores. El formato es el de un diccionario poético, de lectura agradable e iluminadora siempre que se quiera reconocer las virtudes o carencias de un determinado ensayista colombiano.
Esta Historia del ensayo en Colombia deja algunas preguntas: ¿Es cierto que existe ese número grande de ensayistas en Colombia, tal como lo plantea Torres Duque? ¿Es posible realizar una historia temática del ensayo en Colombia? ¿Cuáles serían esos grandes temas? ¿Por qué no existe, a la fecha, una historia del ensayo en Colombia que no esté impresa en el formato de un borrador? ¿Hay una historia del ensayo en Colombia?

Leonardo Monroy Zuluaga

Ficha del Libro: Torres Duque, Oscar. Historia del ensayo en Colombia. Bogotá: s.n. 1995

sábado, 16 de julio de 2011

LA HORA DE LAS TINIEBLAS DE RAFAEL POMBO


¿Qué es lo primero que nos llega a la mente cuando se escucha nombrar a Rafael Pombo?La pregunta quizá no albergue ninguna dificultad dado que sabemos  que fue el autor de Juan matachín, Simón el bobito y demás creaciones propias de su legado al público infantil. Es más, en apariencia esto es quizá lo único que se ha dado a conocer del poeta colombiano en escuelas y colegios, y bajo este precepto los estudiantes universitarios de literatura –desconocemos- algunos temas de su poética que nos abren un profundo espacio de reflexión. Existe sin embargo una carga filosófica en cada uno de los versos que nos presenta en su extenso poema “La hora de tinieblas”, escrito a la corta edad de 21 años.

En este sentido los rasgos filosóficos que están presentes en su poema se relacionan con lo que Heidegger llamó “el ser ahí” o “Dasein” (existencia), que al igual que sus versos se preguntan por el “yo” en cuanto a ser que interroga su proceder en el mundo. En este sentido se podría decir que lo expresado por Pombo pretende significar que la esencia de su ser parte fundamentalmente de su existencia. 

De tal forma si iniciamos por el título que le adjudicó a su poema, no es nada ingenuo; es más, si nos detenemos un poco cuando leemos “la hora”: ya aquí hay una conciencia del tiempo, de su tiempo, de aquel inmortal enemigo que abraza la humanidad bajo el exhalar de su devenir sin importar si este es venturoso u hostil para el ser que lo vive. Pero es claro que las “tinieblas” develan el estado en el que se encuentra el poeta, atrapado por esa necesidad de preguntarse por su propia condición de ser, de esta manera es como se expresa en la segunda estrofa del poema, veamos: 
II
Si en la nada estaba yo
¿Por qué salí de la nada
A execrar la hora menguada
En que mi vida empezó?

La forma en que Pombo expresa la nada es destacada, dado que para él la vida inicia en el preciso instante en que se es consciente de la realidad, puesto que “estar en la nada” es ubicar al hombre en ese estado de pasividad, de una ingenua quietud ente el acontecer diario; pero también da lugar a ese doble cuestionamiento interior, el cual se basa en reconocer que en esa quietud se encontraba tranquilidad pero que ya es imposible regresar allí, dado que las condiciones mentales han cambiado, el hombre se ha vuelto humano o, parafraseando al poeta, se es ser para padecer.

Así pues Rafael Pombo, el llamado poeta de los niños, escribe en la estrofa XIV del poema en cuestión:
“Desde el vientre maternal
Ya éramos siervos del mal”

Sin duda encontramos aquí una poética directa, muy alejada a lo que vendrían a ser sus fabulas tan reconocidas. En el poema “La hora de tinieblas” la recurrencia a ese espacio previo al nacimiento es símbolo de pureza ante lo que constituye la vida del hombre, el cuestionamiento por no habérsele consultado si en realidad quería vivir en este mundo, si estaba o no de acuerdo en aceptar los errores del ser que pecó universalmente y que el poeta reclama ser redimido ante tal culpa, dado que él nada tuvo que ver en tales hechos. De esta manera se expresa en la siguiente estrofa:XV

“¡Oh, Adán! ¿Cuándo estuve en ti?
¿Quién te dio mi alma y mi pecho?
¿Quién te concedió el derecho De que pecaras por mí?

Los estados por los que transita Pombo en su poema lo enmarcan entre la vida y la muerte, no solo es consciente del mundo como espacio de vida, también lo piensa como sitio de muerte innegable, de la única verdad que existe en el mundo para el hombre y la que más le aterra, de ahí que sin temor escriba:
XVIII
Del viento; en un cementerio
Mañana a podrirme iré,
Y entonces me llamaré
Lo mismo que hoy: ¡un misterio!

De esta manera lo que me suscita la lectura del poema “La hora de tinieblas”es un sentimiento de devolverle al hombre su naturaleza bipolar, el ser claro y oscuro al que tenemos derecho, y sobre todo volver a ser dueño del proceder así este transite entre el bien y el mal,donde el hombre se hace en su propia condición generando en su interior el goce o el hastío propio de la vida, es por ello que termino este breve acercamiento con uno de los versos del poema  “Yo entre tanta oscuridad Rebelde contra mi suerte, Ansío deberle a la muerte, O la nada o la verdad”.

Jhon Edwin Trujillo  

http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/literatura/pombo/pombo2.htm

martes, 5 de julio de 2011

CIEN AÑOS DE SOLEDAD


Siempre he tenido el prejuicio de hablar sobre “Cien Años de Soledad”, porque creo que hacerle comentarios a una excelente fantasía sería una blasfemia literaria. Pero si logro apartar prejuicios, tendré un pretexto para equivocarme.
Ganador del premio Nobel en 1982, García Márquez logró algo fascinante no sólo por su estilo circular y maravilloso, sino porque ganó múltiples lectores en Colombia. No obstante, ese crecimiento literario que tuvo, también ocultó a otros grandes escritores como Germán Espinosa, que con su erudición rompió esquemas en nuestro país.
La novela y su encanto de atrapar al lector juegan una sinfonía circular en todo su relato. Las profecías de Melquiades, los mitos que se ven revelados en la novela, son esenciales para proyectarnos con ella, además que su lenguaje es fresco, no cansa al lector. A través de ella se escucha una profecía que me causa impresión: “Dentro de poco el hombre podrá ver lo que ocurre en cualquier lugar de la tierra, sin moverse de su casa”. Estas palabras nos recuerdan, en nuestra época, el uso del internet. ¿No es cierto que nos enteramos de cosas en el mundo cuando entramos a la red?
Las historias circulares que se enmarcan en Cien Años de Soledad, están vistas no sólo como la repetición de los actos de los Buendía, sino también en la metáfora de los pescaditos de oro, que nunca lograron sacar al militar de su soledad. Al contrario, intentaron someterlo, pero siempre hay algo que nos reconcilia con el mundo: la familia. Esta influencia familiar se ve reflejada, por ejemplo, en la novela Hombres de Maíz de Miguel Ángel  Asturias, donde las generaciones están condenadas a repetir la historia desde diferentes estados. Las repeticiones de historias en un universo tan vasto en la novela, se dan en diferentes períodos.
La guerra política entre liberales y conservadores se hace evidente en los déspotas de una historia y las muertes que en ella se generan. Como seres políticos, según Aristóteles, no podemos apartarnos de ello, y García Márquez no lo hizo. Mostró la guerra política con tanta belleza y violentamente real que sería necesario involucrarnos directamente con ella para comprender nuestro mundo de dictaduras.
Otra manifestación cultural que pude evidenciar en la novela se concentra en la vida de Remedios, La Bella. Sin escrúpulos, ella se paseaba en toda la casa desnuda sin saber que su belleza corporal, espiritual y discursiva, enloquecía a cualquier hombre que la viera. Esta belleza, se viene a dar después de mucho tiempo en 1970, cuando la revolución sexual, se impuso como algo que no deberíamos avergonzarnos sino como el origen del cuerpo como manifestación de arte.
Es de recordar, que cuando Adán y Eva fueron expulsados del paraíso, las hojas que estaban cubriendo su sexo eran de vergüenza con su creador. En nuestra época, la vergüenza debe ser no mostrar nuestro recelo, sino entenderlo como una forma en el descubrimiento de la obra humana.
Por otra parte, la muerte en Cien años, es tan necesaria como en Las intermitencias de la muerte de José Saramago: es un no  olvido trascendental, repetitivo. Para dialogar con los griegos, esta Némesis aparece como la necesidad de estar presente en todas la generaciones, en todas las luchas con su propio ser. Una actitud, un carácter, una forma de pensar, la muerte misma, está repetida innumerables veces para explicar actos psicológicos y biológicos.
Muchas lecturas se pueden hacer con esta novela, como la que los críticos reconocen: la inclusión de cuentos dentro de la obra, que García Márquez ya había publicado hacia la fecha. No quiero debatir sobre este tema (si un grito de un muerto es igual al de Crónica de una Muerte Anunciada, o si los pájaros muertos son iguales a los de un cuento donde un ángel llega a “Macondo”, pero este ángel es viejo) sólo diré que ese es su estilo.  Un escritor que incluyó sus relatos como una forma de no olvidar la escritura, ya que en los cuentos él crea otro mundo a través de las imágenes y metáforas mencionadas, imágenes y metáforas que reaparecen en la obra novelística.
Para finalizar, me encanta una parte donde dice que el coronel Aureliano Buendía peleó treinta dos batallas, y todas las perdió, ¿no estaríamos hablando de otro Quijote, quien quería liberarse de esa preocupación llamada existencia, pero que al contrario de Cervantes, se refería a la lucha interminable que se presenta desde una persona totalmente política, preocupada desde su mundo histórico, educativo y religioso?.
LUIS FERNANDO ABELLO
FICHA DEL LIBRO: Cien años de soledad, Editorial Oveja Negra, 1983. Bogotá, Colombia.