jueves, 12 de septiembre de 2013



MI CRISTO NEGRO


No es muda la muerte.
Escucho el canto de los enlutados
sellar las hendiduras del silencio. 
Escucho tu dulcísimo 
llanto florecer mi silencio gris.

Alejandra Pizarnik.






Esa conciencia social que a través del tiempo se vuelve memoria, es la que retiene aquel pasado lleno de acciones melancólicas inmersas en el hecho histórico. De ahí el exhaustivo trabajo investigativo de Teresa de Jesús Martínez de Varela, intelectual educadora de amplia trayectoria en su tierra y autora de varios libros, entre ellos algunos de poesía. Mi Cristo Negro publicada en 1983; obra biográfica novelada sobre Manuel Saturio Valencia, una tragedia que pretende reconstruir por medio de la meta ficción un contenido que alude al sufrimiento a los problemas raciales y despotismos de los blancos contra los negros dentro de la historia de Colombia, en especial de la región del Chocó. 

El título Mi Cristo Negro, desde el prologo de la autora es comprendido en la similitud del “vía-crucis tan semejante al del Mártir del Gólgota. No estoy alucinada para una extraña y morbosa superstición pagana. No soy prosélito de Mártir Lutero para disgregar el rebaño de Cristo, y menos pretendo conformar un nuevo cisma fanático” (Martìnez de Varela, 1983). También, es un homenaje al último fusilado en Colombia inmortalizado a través de la biografía y la ficción creada por la literatura, convirtiéndose en un ser legendario que lucho por la dignidad de su raza negra. Manuel Saturio Valencia es reconstruido gracias a los distintos testimonios, versiones y archivos nacionales que no olvidan.

La autora recrea la vida y muerte de este personaje en doce etapas: toma como eje de partida el antes de la concepción para mostrar la pobreza del contexto chocoano en especial la población afro-descendiente, seguidamente expone el núcleo familiar del primer negro que lucharía por la dignidad de su raza; formado por Manuel Saturio Valencia padre y su esposa Transito, quienes envidiaban a sus compadres Francisco y Catalina por su número de hijos porque a pesar de sus edades estaba el deseo por concebir un hijo. Hay que aclarar que Manuel no era consciente de su esterilidad. No obstante, después de un tiempo su esposa queda en cinta y en ese mismo instante se estrecha una relación con el hijo profético adoptivo de la tierra “EL NACIMIENTO DEL GENIO MANUEL SATURIO VALENCIA.- El día 24 de diciembre de 1867 la paz se ungía con la policromía de los paisajes y la naturaleza se aprestaba a enviar al mundo un ser que ella misma forjó en la fragua de la grandeza y la inmortalidad.” (Martínez de Varela, 1983, p. 19).

La novela sitúa al lector en una época entre 1867- 1907 de Colombia, un país que hasta el momento se encontraba en el proceso de civilización y era influenciado por Europa. Los blancos acomodados en el Chocó se encargaban con sus títulos nobles al dominio de los negros; personas que por su ignorancia accedían a las peticiones esclavas de aquellos que vivían en la carrera primera, lugar exclusivo para los rostros de chiveras y patillas esponjadas. En un contexto así crecía “Saturito” como lo llamaba su padre, el cual inquieto y con dones diferentes a los de su raza deseaba aprender a leer e ilustrarse, una semilla que germinaba para desequilibrar un orden social y ventajoso.

Una sociedad dividida por la defensa de sus ideales políticos en dos partidos: liberales y conservadores. Se convirtió en el monstruo que legitimó una sociedad politiquera, racista y déspota. Por su parte, Saturio en su ejercicio de líder y ante la mirada insignificante de los blancos, iniciaba su educación en la música, letras e idiomas con la ayuda de los capuchinos llegados a Quibdó. Estos saberes adquiridos y las lecturas de Emilio Zola le permitirían entender la situación de su pueblo y el significado de la justicia, por eso su voz revolucionaria lo vuelve líder de su comunidad. Aunque, en un inicio esas injusticias eran soportadas en el silencio de la desigualdad que se volvió hábito.

-joven Saturio. Esta vaina si esta jodida aquí. Me mataron a mi muchacho miserablemente.-¿y cómo ocurrió el caso?- le pregunto el líder.- - un blanco de aquí de Quibdó, que ni le quiero pronunciar su nombre, estaba borracho. Pasaba mi hijo por el frente de su casa y como estaba gordito y tenía la espalda brillantica- dijo el blanco.-¡que espalda tan bonita tiene ese negro! – Como para el blanco de un tiro - ¡y se lo pego! (Martínez de Varela, 1983, P. 76).

La narrativa de la novela Mi Cristo Negro, transmite esa infamia social que le posibilita al lector identificarse con el personaje de Saturio, que como negro en su deseo de defender su raza, desde su ideología política y como conservador es traicionado por su pueblo por temor al castigo y la ignorancia que los caracterizaba al creer que él los quería dominar. Ése pensamiento los hacía cada vez más esclavos y subyugados al mandato de los blancos, a pesar de esto Manuel Saturio se culturiza, participa de una vida social que lo lleva a manifestarse de manera critica a través de sus creaciones poéticas satíricas “dígame señor mi amo, / yo le vengo a preguntar, / si el color blanco es virtud/ para mandarme a blanquear/” (Martínez de Varela, 1983, P. 83).

De esta manera, el hijo adoptivo de la tierra inicia a forjar la cruz de su destino, puesto que fue el primer negro que salió de su pueblo para estudiar en Popayán apadrinado por los capuchinos, también alcanzar cargos públicos como personero municipal hasta llegar al cargo de juez de Quibdó, luego capitán del ejército; título obtenido por participar y salir victorioso con su partido político de la Guerra Civil (Guerra de los Mil Días). Esta prosperidad, tanto a nivel económico como social causó la cólera de sus conspiradores, en especial la de Rodolfo, quien desde la niñez tuvo roces por cuestiones raciales. Como consecuencia éste cultiva un odio desmedido que encamina a su enemigo al patíbulo y la humillación. 

De aquel héroe que alcanza una grandeza y admiración por parte de las mujeres hasta ser apodado el “ADALID DE EBANO”. Sólo Deyanira; una bella mujer blanca perteneciente a la aristocracia de la carrera primera, siente desde su infancia un amor imposible que se consuma una noche en el cuarto del querido negro. Ya aquí al involucrarse con una blanca y dejarla encinta inicia el descenso de ese camino fructífero que había tejido hasta el momento. 

Un héroe que se encaminaba en el silencio hacia el patíbulo y sin saber su amada “DEYANIRA LO LLAMA ¡MI CRISTO NEGRO!” (Martìnez de Varela, 1983, P. 294). Título dado al hacer una comparación con Jesús de Nazaret, su nacimiento en un pesebre, educado en un medio hostil y por último su mismo pueblo lo lanza hacia la muerte. Es así que es acusado de anarquismo e incendiario del pueblo por el cual luchó. Además, del maniqueísmo por parte de los conspiradores quienes hundieron de forma epidémica aquel ser al aprovechar el desequilibrio sentimental que tenía Saturio; al enterarse que su padre era aquel ser putativo y su madre una adultera, seguidamente el compromiso imposible con Arcadia su amiga de infancia y ahora su hermana, hicieron que se entregara al alcoholismo a pesar de que Deyanira llevaba en sus entrañas su primogénito, una gestación que se logró ocultar hasta el último momento. Semilla trágica que germinó y se marchitó en las manos de su tío Rodolfo, quien con la misma frialdad asesinó a su hermano de lactancia Pascacio por ser conservador, así lo tenía preparado el destino para ellos. 

Doña Guillerma, como la “LOBA” del a Ciudad Eterna, amamantaba por antonomasia a Rómulo y Remo… A dos hombres que en la vida serian antagónicos hasta la muerte. (Martìnez de Varela, 1983, P. 26.

Un camino ya destinado hace de Saturio un alma en pena, ya que sus conspiradores formaron un complot político que deseaba de una u otra manera continuar en el poder y acabar con el líder conservador que había demostrado una posición ideológica en defensa de su comunidad, el plan sin reversa en la inmensidad de la selva del Chocó. Mientras tanto en la capital el presidente de la república Rafael Reyes Prieto, proclama proyectos de igualdad y de paz, se asombra al mirar el terror de lo que iba ocurrir. Así que, de inmediato envía por telegrama el indulto para el reo, cosa que no fue acatada en Quibdó con el fin de continuar con el calvario de Manuel Saturio Valencia y su viacrucis. Era un carnaval celebrado en honor a la injusticia y lamentos de unos, porque a pesar de saber la verdad estaban impedidos ante semejante máquina de poder.

La ejecución de Manuel Saturio el 7 de mayo de 1907, es similar al largo camino padecido por Jesús de Nazaret. Por eso, la autora alude por medio de la narración a cada estación para dibujar aquel momento de consternación y sufrimiento con la emisión de sus palabras “las mujeres que iban en el cortejo comenzaron a llorar a gritos por las palabras de doña Isabel, y Saturio les dijo: -No lloréis por mí, llorad por vuestro hijos… hijos de raza humillada y perseguida…” (Martìnez de Varela, 1983, P. 433). 

Es asi que cada palabra se convierte en el oleo de sangre que mancho la historia y ausento la voz de la primera figura y heroe chocoano del departamento con una muerte impune màs no inmovil en el olvido. De esta manera, no solo la historia es la encargada de inmortalizar aquel ser sino la literatura se nutre de ella para revivirlo como lo hace el escritor tolimense César Pérez Pinzón que en honor a este personaje alude dentro de su novela Cantata para el Fin de los Tiempos, es así que la lectura da cuenta de un Saturio caminante sin camino viajero del averno doliente y oscuro sin salida.

OSCAR MAURICIO ROZO M.

FICHA TIPOGRÁFICA
Libro: Mi Cristo Negro.
Autor: Teresa de Jesús Martínez de Varela.
Editorial: Fondo Rotatorio de la Policia Nacional.
Año: 1983.

Bibliografía

Martìnez de Varela, T. d. (1983). Mi Cristo Negro. Bogotà: Fondo Rotatorio de la Policia Nacional.


    

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